Los vecinos de Agallas celebran su tradicional Calbochada

Fieles a la tradición de la Calbochada, los vecinos de Agallas se reunieron, como cada 1 de noviembre, en torno a la hoguera para honrar el día de Todos los Santos. El humo del fuego, las brasas y el aroma a castaña asada volvieron a llenar la plaza del pueblo, evocando un rito que ha pasado de generación en generación.

Sin embargo, este año la naturaleza no acompañó. La prolongada sequía de los meses anteriores impidió que las castañas de la zona alcanzaran su punto de maduración. Muchas permanecían aún en sus erizos, colgando de las ramas, aunque las lluvias recientes prometen engordarlas algo más tarde. Para mantener viva la costumbre, el Ayuntamiento de Agallas recurrió a comprar el fruto en La Alberca, donde el clima más húmedo de la Sierra de Francia adelantó la cosecha.

Pese a todo, un nutrido grupo de vecinos acudió fiel a la cita, aunque en menor número que en otras ocasiones, cuando la festividad coincidía con puente y regresaban los hijos y nietos del pueblo. Las nubes, generosas en los últimos días, dieron tregua justo a tiempo para el asado, aunque no tanto para la degustación: la lluvia obligó a refugiarse en el local del Hogar de Mayores, donde el ambiente siguió siendo de camaradería y celebración.

Así, entre el chisporroteo del fuego y el murmullo de las conversaciones, los sagallejos cumplieron una vez más con su tradición: la Calbochada —o «Carbochada», como también se la conoce en esta parte del oeste salmantino—, un rito sencillo y ancestral que une a los vecinos en torno al fuego y al fruto del castaño. Una celebración que mantiene viva la memoria de los antepasados y resiste, año tras año, frente a otras modas foráneas como Halloween, ajenas al alma de estos pueblos serranos.